viernes, 28 de marzo de 2014

MUJERES ESTUDIANTES VS MUJERES TRABAJADORAS EN TRANSPORTE URBANO



Por las calles de Buenos Aires desfilan millones de personas todos los días. Hombres y mujeres, niños y ancianos, ricos y pobres, estudiantes y profesionales, todos ellos coinciden en un mismo subte, micro o tren y marchan cada uno hacia una dirección desconocida. Al espectador curioso, no le queda más que observar a sus looks y así descubrir para dónde se dirigen, algunos con tanto apuro y otros a paso más lento.

En otras ciudades, sobretodo del interior de nuestro país como por ejemplo Rosario, no sucede algo tan fuerte como se da en esta gran ciudad en donde convergen en un mismo punto personas de distinta índole. Ni siquiera existen tantos medios de transporte en los cuales coincidir y las personas si cuentan con coche propio suelen manejarse a toda hora con él, y no sucede lo mismo en Capital Federal en donde muchas veces prefieren dejar su auto en la cochera y utilizar en cambio al subterráneo para ir a trabajar. La diversidad no es tan rica y son quizás más reducidos los grupos y por esto más simples de identificar. El motivo claramente se debe a la gran diferencia poblacional, mientras que en Rosario viven 900 mil personas, en Capital Federal son casi 3 millones de habitantes. Hay una frase un tanto graciosa que quizás explique un poco esto y que la traigo a escena ya que observo desde mi llegada a la gran ciudad que tiene algo de cierto, la frase dice “Dios está en todos lados, pero atiende en Buenos Aires”.

Con esto dicho, ahora quisiera centrarme en observar a mujeres trabajadoras por un lado y mujeres estudiantes por el otro. Cómo visten, se peinan y caminan rumbo a sus actividades. Por supuesto las mujeres son todas muy diferentes en cualquier parte de la Argentina, cada una presenta un modo muy personal. Sin embargo, es muy probable que en algunos aspectos a la hora de ir trabajar las rosarinas y las porteñas coincidan en el look. Esto se debe a que ambas son ciudades globalizadas y de consumo y los trabajos en general suelen ser los mismos, en una oficina, una escuela, o en una casa de familia.

Claramente la trabajadora adquiere un aspecto mucho más formal y limpio que el de una estudiante, en ocasiones al extremo como en el caso de las que deben usar uniformes. Lo que marca principalmente la diferencia entre estudiante y trabajador es el peinado. La mujer al trabajo lo lleva mucho más prolijo y cuidado y si tienen la opción de elegir, y prefieren recogerlo, lo hacen en general de manera tirante. Si lo llevan suelto, es aplastado y muchas veces recurren al planchado o al brushing. En Rosario existe una gran obsesión por el cabello o tal vez exista la misma cantidad de interesadas aquí que allá pero en la ciudad del Monumento a la Bandera logran ser mayoría y las peluquerías tienden a explotar de gente siempre, también porque no hay tantos salones de belleza como así lo demanda la Capital Federal.

Otro aspecto a determinar es el calzado, cuando nos referimos a trabajos administrativos el material elegido es el cuero o imitación del mismo, un calzado chato o muchas veces de taco alto. Causa sufrimiento verlas marchar agotadas y encima luchando con el dolor en sus pies que se refleja en el gesto de su rostro. Cuando no es trabajo administrativo y la zapatilla está permitida, puede observarse que está limpia demás quizás un poco rota pero siempre impecable.

La camisa es la gran vedette en las oficinas, se lleva bien planchada y sobretodo casi completamente abotonada. Otra, es el blazer que es el abrigo más elegido por las trabajadoras, ha sido ayudado también por la tendencia que hace ya varias temporadas que lo viene marcando como a un must y ya no sólo lo ubicamos entre tipologías formales sino que ahora también resulta “canchero” llevarlo.

Apuntamos ahora a las mujeres que viajan en el subterráneo o en el colectivo con destino hacia la facultad. Tanto en Rosario como en Capital Federal cuentan con la libertad de vestir a gusto y pueden darse el “lujo” de “estar a la moda”. Es así como en ellas su personalidad, estilo y forma de vida quedan mucho más al descubierto, lo cual es lo más interesante de ser una estudiante, ya que se vive como un momento de plena expresión.

Observamos cómo se visten y llegamos primero a la conclusión de que existe en estas mujeres la libertad del color. Mientras que al trabajo se llevan colores discretos, las alumnas asisten a clases con el color que más les guste, o con el color que esté de última. La diferencia se nota más aún cuando amarillos y fucsias están en boga, tal cual sucede en este momento.

Otra prenda a observar, son las antiguamente llamadas calzas y que ahora le otorgamos el nombre de leggings. Éstas parecen estar censuradas en el ámbito laboral porque resultan ser un tanto insinuantes y la discreción parece ser fundamental, no se da de la misma manera en la facultad ya que desfilan en todos los géneros y colores.

Se ven mucho en Capital Federal las mochilas llevadas adelante para evitar robos, mientras que en Rosario causa un poco de vergüenza y no resulta elegante hacerlo. Pero sin dudas es la más elegida por las estudiantes, más en este momento que volvió a ser tendencia y el mercado las ofrece en distintas formas y texturas.

Otro ítem muy elegido también por ellas, es la camisa, pero la llevan abierta, suelta y con una remera debajo con alguna frase en inglés. Las zapatillas de lona son un must y se combinan con prendas de cualquier textura ya sea formal o informal. El cabello sin dudas es mucho más libre, se ven muchos rodetes improvisados bien arriba. Todo esto ocurre en ambas ciudades.

Otro factor que refleja la diferencia entre trabajadoras y estudiantes es que las primeras cuentan con sueldo propio y pueden darse el lujo de tener carteras y zapatos costosos, ambos objetos de deseo para la mujer en general, mientras que las estudiantes suelen ponerse lo que tienen.

Por último, debemos nombrar al fantástico pantalón jean, es realmente llamativo cómo se ha infiltrado en todos los rubros de la vida cotidiana, tanto en mujeres estudiantes como mujeres trabajadoras que lo eligen y se presentan en múltiples cortes, permitiendo al usuario estar a tono para cada ocasión.

Es así como la vestimenta una vez más habla de nosotros mismos, mucho más de lo que creemos.

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